En este programa, damas y caballeros, no hablamos de política ni de partidos. No queremos saber nada de izquierdas ni de derechas, ni tenemos el más mínimo argumento que enfrentar a los mínimos argumentos del presidente nacional, autonómico, diputacional o mancomunado, por no hablar del concejal de urbanismo.
En este programa hablamos de trapicheos a lo grande, por que nos parece que este tipo de actos tienen más influencia sobre nuestras vidas que cualquier sesión del parlamento.
Damas y caballeros, obras monumentales de todo tipo se han decidido en comidas o cenas en restaurantes discretos y pomposa factura. Todo a hurtadillas, disfrutando a tope de las ventajas de la democracia sin luz ni taquígrafos.
Este programa va de eso, de luz y taquígrafos. Así pues, tengan a mano un buen libro de balances donde apuntar hasta el último centavo, por que el programa empieza ya mismo con el llamado: caso Cualquiera.
lunes, 17 de junio de 2013
miércoles, 12 de junio de 2013
Aspectillos de la democracia en un ambiente rural
El padre era un hombre optimista por naturaleza, todo un emprendedor. O quizás no, quizás solamente, por herencia, era una de las personas más ricas del pueblo y bastaba una palabra suya para que Lázaro, Fulano o el buen Mengano, se levantaran y andaran hacia él.
La hija, por supuesto, estudió en la Universidad Pontificia más cercana.
El tiempo murió y el padre pasó. La pequeña hermandad de hombres optimistas a la que pertenecía el padre se convirtió en partido político, acogiendo en su seno a la hija de tan buen grado que la hicieron debutar como candidata a la alcaldía en las siguientes elecciones.
Así pues, llegado el momento, con la cara lavada y recién planchada, se dispuso a prometer lo que todo el mundo quería oír, y a continuación, con absoluta naturalidad se enfundó la mayoría absoluta que le había tocado dispuesta a coser y cantar durante los siguientes cuatro años de legislatura.
La hija, por supuesto, estudió en la Universidad Pontificia más cercana.
El tiempo murió y el padre pasó. La pequeña hermandad de hombres optimistas a la que pertenecía el padre se convirtió en partido político, acogiendo en su seno a la hija de tan buen grado que la hicieron debutar como candidata a la alcaldía en las siguientes elecciones.
Así pues, llegado el momento, con la cara lavada y recién planchada, se dispuso a prometer lo que todo el mundo quería oír, y a continuación, con absoluta naturalidad se enfundó la mayoría absoluta que le había tocado dispuesta a coser y cantar durante los siguientes cuatro años de legislatura.
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El padre era un hombre pesimista por naturaleza, todo un carne de cañón. O quizás no, quizás solamente, por herencia, era de las personas más pobres del pueblo y respondía al nombre de Lázaro, Fulano o Mengano.
La hija estudió mientras pudo, hasta que lo tuvo que dejar para ayudar en casa.
El tiempo murió y el padre pasó, y la vecindad de hombres pesimistas a la que pertenecía el padre se convirtió en masa de gente dirigida sibilinamente hacia el consumo de todo tipo de vanidades, acogiendo en su seno, de tan buen grado, que pronto le salieron varias antenas parabólicas.
...
Un día, cuarenta y ocho horas antes de las elecciones una y otra se cruzaron por la calle.
-Te cambio el voto por seis meses de trabajo en el Ayuntamiento, ya veremos de qué -dijo la candidata a alcaldesa.
-Que sean ocho meses que me faltan para cobrar el paro -contestó la otra.
-De acuerdo, cuenta con ocho meses.
-Vale, cuenta con mi voto.
lunes, 10 de junio de 2013
Mecanizados
Esta mañana, nada más desayunar, he cogido la desbrozadora y me he puesto a limpiar de hierba un terrenito de mi propiedad, sin pensar en absoluto que el ruido o la peste a gasolina pudieran molestar a los vecinos.
Al fin y al cabo, el peso de la ley me ampara y me evita tener que complicarme la vida con molestas consideraciones éticas.
Luego, cuando acabe, me tomaré una más que merecida cervecita científicamente deslupulada, satisfecho de no haberme dejado vencer por la molicie.
Al fin y al cabo, el peso de la ley me ampara y me evita tener que complicarme la vida con molestas consideraciones éticas.
Luego, cuando acabe, me tomaré una más que merecida cervecita científicamente deslupulada, satisfecho de no haberme dejado vencer por la molicie.
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