Pasa que en 1774, financiado por Jhon Jhonsom, comerciante de esclavos, ron y cosas por el estilo, lord entre los lordes del Imperio británico para más señas, James Watt inventa la máquina de vapor, dando con ello el pistoletazo de salida a la revolución industrial.
Pasa que en 1813, con más soldados de los que se emplearon contra Napoleón y 27 sólidos patíbulos colocados en lugares de lo más emblemáticos, se acaba en Inglaterra con la revuelta luddita.
Pasa después que unos succionadores enormes y totalmente inmisericordes, situados en ciudades sin alma, van atrayendo hacia ellos a todo aquel que encuentran por pueblos y caminos y los depositan en fábricas dispuestas para echar 14 horas seguidas de lo más entretenidas.
Pasa que en 1864 cualquiera que trabajase en una fábrica, dotado de buena voz y rodeado de semejantes, cuenta con un libro al que poder llamar manifiesto y en el que apoyarse para decir: "Porque nosotros, la clase obrera, queremos liberarnos de la tiranía del jefe de la fábrica sin liberarnos de la tiranía de la fábrica".
Pasa que en octubre de 1917 el zar, después de darse la mejor de las vidas, pasa a una vida todavía mejor, y que el camarada del soviet supremo del partido de la clase obrera que lo sustituye se va encabronando cada vez más cuando cualquier camarada le dice cuatro verdades a la cara.
Pasa que en 1945 acaba la II Guerra Mundial. De un lado del telón de acero, pasan los días bajo el peso de la hoz y el martillo; del otro, las banderas que pesan se llevan en los bolsillos.
Pasa que estamos en 2013 y los ceros a la izquierda han perdido todo su valor. Y pasa también que la clase obrera se ha convertido en la clase de abismo que se encuentra a raudales por las calles del planeta Tú Mismo Con Tu Mecanismo.
jueves, 26 de diciembre de 2013
jueves, 19 de diciembre de 2013
La estación abandonada
No hay manera humana de conseguir que a ti o a mí nos permitan quedarnos a vivir en la estación abandonada de La Cervilla, en la comarca de La Jara, a la altura de la provincia de Toledo desde la que se atisba la de Cáceres, con la sana intención de restaurarla poco a poco, plantar almendros y melocotoneros, practicar la apicultura en un mar de jara y, con el tiempo, poder interactuar con las buenas gentes que pasen por allí en las cuestiones que dan paz y sosiego al cuerpo, al alma o al bolsillo. Por las noches, miraríamos las estrellas hasta que la ingesta de hidromiel nos pusiera mirando a Coria también.
Estación de La Cervilla, en la vía verde que une Calera y Chozas con Minas de Santa Quiteria |
jueves, 12 de diciembre de 2013
Por el camino verde
Por un mismo camino se cruzan motoquads, mountain bikes amortigüeision system y un caminante.
Los de las motoquads rocían el ambiente con CO2, por no decir CO3.
Los de las mountain bikes van dejando un reguero de tubitos de gel energyser.
Y el caminante se chupa el CO2, por no decir el CO3, y va recogiendo los tubitos, mientras se va encabronando y pensando en trampas que hagan impracticable el camino a todo aquel que no ande, repte, vaya a cuatro patas, o sea poderoso como el fuego.
Restos en el camino |
jueves, 5 de diciembre de 2013
Héroes
Todas las cunetas del mundo estaban preparadas para que Tommie Smith, negro de Texas, se buscara la vida en ellas. Pero se empeñó en esquivarlas corriendo hasta convertirse en atleta de primera, sin dejar de ser considerado ciudadano de segunda.
Lo que Tommie Smith no pudo esquivar, cuando más fácil lo tenía, fue su cita con la historia aquel 16 de octubre de 1968 durante la ceremonia de entrega de medallas en la que iba a ser proclamado campeón olímpico de 200 metros lisos.
Solo tenía que haber sonreído y todas las empresas de cereales y ositos de peluche le habrían contratado para hacer anuncios, y sin embargo, en lugar de sonreír, levantó el brazo enseñando al mundo un guante negro mientras sonaba el himno nacional y era izada la bandera.
Cuando Tommie Smith regresó a su país no pudo encontrar trabajo ni lavando coches.
Aquel 16 de octubre del año 68, había alguien muy cerca de Tommie Smith que tampoco quiso eludir su cita con la historia. Peter Norman, blanco de Australia, acabó segundo en la misma carrera. Solo tenía que haber demostrado el mayor entusiasmo durante la ceremonia de entrega de medallas y volver a Australia como un héroe nacional.
Y sin embargo, se empeñó en apoyar el gesto de Tommie Smith y también fue marginado cuando volvió a su país.
Al recordar este acontecimiento, inevitablemente se nos viene a la memoria que sucedió dentro del contexto histórico de la lucha por los derechos civiles de los negros.
Sin embargo, han pasado los años y hoy, si acaso hemos aprendido la lección, deberíamos entender el gesto como la constatación de lo mejor que el ser humano lleva dentro, trascendiendo la cuestión racial para descubrir algo más profundo y provechoso: la capacidad que tiene el ser humano de pensar por sí mismo y obrar en consecuencia, más allá de los peligros que conlleve.
Lo que Tommie Smith no pudo esquivar, cuando más fácil lo tenía, fue su cita con la historia aquel 16 de octubre de 1968 durante la ceremonia de entrega de medallas en la que iba a ser proclamado campeón olímpico de 200 metros lisos.
Solo tenía que haber sonreído y todas las empresas de cereales y ositos de peluche le habrían contratado para hacer anuncios, y sin embargo, en lugar de sonreír, levantó el brazo enseñando al mundo un guante negro mientras sonaba el himno nacional y era izada la bandera.
Cuando Tommie Smith regresó a su país no pudo encontrar trabajo ni lavando coches.
Aquel 16 de octubre del año 68, había alguien muy cerca de Tommie Smith que tampoco quiso eludir su cita con la historia. Peter Norman, blanco de Australia, acabó segundo en la misma carrera. Solo tenía que haber demostrado el mayor entusiasmo durante la ceremonia de entrega de medallas y volver a Australia como un héroe nacional.
Y sin embargo, se empeñó en apoyar el gesto de Tommie Smith y también fue marginado cuando volvió a su país.
Al recordar este acontecimiento, inevitablemente se nos viene a la memoria que sucedió dentro del contexto histórico de la lucha por los derechos civiles de los negros.
Sin embargo, han pasado los años y hoy, si acaso hemos aprendido la lección, deberíamos entender el gesto como la constatación de lo mejor que el ser humano lleva dentro, trascendiendo la cuestión racial para descubrir algo más profundo y provechoso: la capacidad que tiene el ser humano de pensar por sí mismo y obrar en consecuencia, más allá de los peligros que conlleve.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)