jueves, 5 de diciembre de 2013

Héroes

Todas las cunetas del mundo estaban preparadas para que Tommie Smith, negro de Texas, se buscara la vida en ellas. Pero se empeñó en esquivarlas corriendo hasta convertirse en atleta de primera, sin dejar de ser considerado ciudadano de segunda.

Lo que Tommie Smith no pudo esquivar, cuando más fácil lo tenía, fue su cita con la historia aquel 16 de octubre de 1968 durante la ceremonia de entrega de medallas en la que iba a ser proclamado campeón olímpico de 200 metros lisos.

Solo tenía que haber sonreído y todas las empresas de cereales y ositos de peluche le habrían contratado para hacer anuncios, y sin embargo, en lugar de sonreír, levantó el brazo enseñando al mundo un guante negro mientras sonaba el himno nacional y era izada la bandera.

Cuando Tommie Smith regresó a su país no pudo encontrar trabajo ni lavando coches.

Aquel 16 de octubre del año 68, había alguien muy cerca de Tommie Smith que tampoco quiso eludir su cita con la historia. Peter Norman, blanco de Australia, acabó segundo en la misma carrera. Solo tenía que haber demostrado el mayor entusiasmo durante la ceremonia de entrega de medallas y volver a Australia como un héroe nacional.

Y sin embargo, se empeñó en apoyar el gesto de Tommie Smith y también fue marginado cuando volvió a su país.

Al recordar este acontecimiento, inevitablemente se nos viene a la memoria que sucedió dentro del contexto histórico de la lucha por los derechos civiles de los negros.

Sin embargo, han pasado los años y hoy, si acaso hemos aprendido la lección, deberíamos entender el gesto como la constatación de lo mejor que el ser humano lleva dentro, trascendiendo la cuestión racial para descubrir algo más profundo y provechoso: la capacidad que tiene el ser humano de pensar por sí mismo y obrar en consecuencia, más allá de los peligros que conlleve.


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