Imaginemos por un nanoinstante que es así.
Imaginemos a continuación que quisiéramos acabar con la suciedad que nos rodea por la vía rápida. ¿Qué podríamos hacer?
Hay dos maneras de solucionarlo: la manera ética y la manera política.
Según la ética, no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia. Es decir, machote, mira a ver qué estás haciendo porque lo estás poniendo todo perdido.
Según la política, no pasa nada, sigamos así. Se pondrán más papeleras, que algún político habrá encargado a una empresa adicta al partido del poder, para que todo vuelva a quedar tan sucio y poluto como antes.
La manera ética nos pone entre la espada y la pared para que podamos entender el problema tal y como es, sin chocolatinas de por medio: cabronazo, esto es lo que hay, ¿qué piensas hacer o dejar de hacer?
La manera política siempre nos ofrece una salida luminosa, fácil y con tanta azúcar que podría acabar con la dentadura de un tiraburonsauiro. No te preocupes por nada golden boy, todo está bien golden girl, y tira palante por el camino que ya te he marcado.
Tal y como están las cosas, imaginemos para terminar que la política es una elección cada cuatro años, y que la ética es la elección de cada día.
A partir de aquí, imaginemos lo que imaginemos que sea rápido, porque no quedan colores en el arcoíris para el próximo contenedor de basura semigaláctica sin dejar de ser ecolacrimógena.
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