Tenemos la conciencia de lo que cuesta criar a los hijos.
La conciencia de tener que procurarnos los alimentos
con el sudor de la frente.
La conciencia de que vivimos en bloques de cemento
y que pagamos por ello nuestro mejor ojo de la cara.
Tenemos la clara conciencia
de que el pez grande se come al pequeño
y de que estamos muy cansados cuando acaba el día,
sin fuerzas para pensar que, tal vez, estemos criando mal a los hijos
porque todo está preparado para que sea más fácil seguir la corriente,
para pensar que la alimentación básica no requiere tanto sudor,
a menos que nuestra alimentación haya dejado de ser básica,
para pensar en nuestras habilidades para construir un hogar,
nuestro humilde hogar,
para pensar que los peces pequeños no quieren crecer
y que todos nuestros pasos van en dirección contraria al Edén.
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