Condenamos la violencia y confiamos plenamente en el sistema legal vigente como marco ideal para resolver los conflictos. Por eso, si esta misma noche un experto en explosiones pusiera cuatro cargas demoledoras en el hotel de la discordia, de manera que media hora después el hotel saltara por los aires desintegrándose completamente, no tendríamos más remedio que condenar tal acción, debido a su alto contenido en violencia explícita.
Confiamos también en los jueces, fiscales y abogados. Confiamos en los procuradores, ujieres y taquígrafos. Confiamos incluso en el moho que se come montones de expedientes en los sótanos del imperio de la ley.
Confiamos plenamente en el sistema legal vigente. Gracias a él, nadie tiene que actuar con nocturnidad para reclamar justicia. Cualquiera puede entrar a plena luz del día en un juzgado, poner una denuncia, poner otra denuncia, una tercera en otro juzgado, hacer una visita al tribunal de Estrasburgo y citar de memoria la Directiva europea DE-1A, donde se dice claramente que ese mamotreto de hotel nunca debió haberse construido en esa playa, aunque lleve doce en ella.
Confiamos, además, sobre todas las cosas, en nuestros semejantes, en nuestro promotores inmobiliarios, que jamás actuarían movidos por el ánimo de lucro; en nuestros trabajadores, que jamás actuarían movidos por la idea de tirar p'alante; en nuestros cargos elegidos democráticamente, que jamás actuarían movidos por la ambición desmedida.
Confiamos casi en cualquier cosa, y si el hotel de la discordia, esta misma noche, salta por los aires desintregrándose completamente, no sería de extrañar que confiásemos en que, al fin, se ha hecho justicia.
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