Los árboles que la producen están en un terrenito bastante chulo que pertenece (hay sello que lo acredita) a un catedrático de arte. El tipo lleva su vida de universidad, de aula y pasillo, de que tal cuadro entra en el examen y tal escultor también. En fin, hace sus horas, firma los partes de asistencia y a final de mes, tracatrá, su majestad la nómina.
Por lo que él me cuenta, le faltan horas porque no paran de sacar libros con nuevas teorías, que tiene que leer para seguir dando pingües conferencias fácilmente desgravables, y no puede recoger la fruta de los árboles. Pero, por muy catedrático de arte que sea tiene que comer fruta, y si no la recoge la tendrá que comprar.
Y aquí es donde quería sacar el colmillo a pasear. Todos hemos oído hablar del arte en términos elogiosos, sin embargo el comportamiento del cátedra en este asunto es francamente bochornoso. Entonces, el arte...
El arte le ha servido para hacer dinero y vivir de perfil en su torre de marfil.
Por lo visto, el cátedra se va todo el verano a dar unas conferencias sobre pintura y transición española. Bueno, que le vaya bien. En cuanto a mí, tendré que afrontar el hecho de que durante una temporada no voy a pisar la frutería. Incluso, si me lo monto bien, puedo coger suficiente cantidad de manzanas como para desecar algunas y vendérselas al nota, ahora que empieza el otoño y viene con dinero fresco después de un ciclo de conferencias de verano.
El otro día mordí una de las manzanas y descubrí un habitante. Entonces, abrí con cuidado sus delicadas manos de gusano y me encontré un papelito que decía: "El arte nos permite enfrentarnos con nosotros mismos en un escenario, para que no tengamos que enfrentarnos unos contra otros en un campo de batalla".
Esta es la fruta recogida del suelo. |
Se pueden apreciar puntos negros e irregularidades, aspectos que rechaza el mercado y que, sin embargo, nada tienen que ver con la calidad de la fruta. |
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