Se entiende que un muchacho de catorce años la criatura, que ayuda a su familia a sacar 66.000 kg de patatas, llegue a la conclusión de que la vida es una cuestión de mantener la espalda recta el mayor tiempo posible.
Y tambien se entiende que un muchacho así se marche a la ciudad y por todos los medios intente convertirse en un buen ingeniero.
Pero lo que no se entiende es que hoy, con 66 años, se quede boquibabas hablando de las enormes ventajas que suponen para la agricultura las nuevas monstruomáquinas de última generación que recogen, desgranan y trajinan una tonelada de lo que sea menester cada dos horas, sin tener en ningún momento en cuenta la vida que atropellan, responsable de que la tierra sea un manto verde y no un tapete pintado de ese color.
Entiendo que se quiera huir de un pasado de mano de obra esclava, pero no para llegar a un futuro que nos hace esclavos de las máquinas.
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