lunes, 30 de enero de 2017

La visión antropocéntrica del mundo tiene más peligro que la erupción de un supervolcán, que ya es decir.

Cada 51.126 años, el supervolcán que hay en los alrededores de Nápoles despierta de la microcombustión interna diaria que le tiene entretenido, liberando a la atmósfera todo el arsenal de sustancias chungas que atesora.

Como consecuencia de tan tremenda violencia desatada, tres cuartas partes del continente europeo, según la dirección del viento, se convierten en ceniza enriquecida al fluor.

La última vez que el bicho se despertó, los resultados fueron tremendatroces. Prácticamente borrón y cuenta nueva. Solo te digo que en la mayor parte del continente se acabó la edad del hielo y la de los neandertales.

Pero no tenemos de qué preocuparnos porque, con un poco de suerte, la velocidad de cepillado de seres vivos y recursos del planeta que lleva la visión antropocéntrica del mundo va a conseguir que, cuando vuelva a explotar, las cenizas caigan sobre un cementerio de esqueletos.

lunes, 23 de enero de 2017

El mito del progreso ha muerto hace apenas un momento


La electricidad sale por un ojo de la cara
estos días en el que el intenso frío
brinda una magnífica oportunidad para especular.

Ya nadie cree en las bondades de la tecnología.
Da miedo pensar que la robotización
hará innecesaria la carne de cañón.

El mito del progreso ha muerto.

Aunque la indignación social sea enorme
solo estaremos pidiendo soluciones.
Yo tengo una muy buena,
pero me temo que el presidente del FMI tiene otra mejor.

El futuro siempre será propicio
para los que sepan mantener el orden o manipular con calma.

lunes, 16 de enero de 2017

Quehaceres cotidianos de la gente en una sociedad coordinada en yuxtaposición a sí misma

1.
Juan se levanta a las 12 de la noche para conducir un camión cargado con 27.000 kg de tinta de bolígrafo y 3.000 kg de minas de lo mismo.

Pepa se levanta a las 6:30 de la mañana para ir a trabajar a una fábrica donde rellenan minas de bolígrafo con tinta de lo mismo.

Julio se levanta a las 7 de la mañana para repartir en un furgón minas rellenas por las librerías del distrito.

Consuelo se levanta a las 8:30 para abrir la librería que regenta con sonrisa de magenta, donde se pueden conseguir minas para bolígrafos cargadas del día.

Y yo me levanto a las 10 para ir a la librería a comprar una mina de bolígrafo recién cargada. Luego, con el encargo hecho, salgo de la librería y tiro la vieja mina gastada a tomar por culo, aunque algunos lo llamen la papelera más cercana, y me dirijo raudo a escribir uno, dos o equis poemas a la administración de apuestas del Estado más cercana a mi domicilio.

2.
Luis M. G. está en plan contemplativo, tumbado en el tresillo de un piso alquilado, mientras sueña con una vida mejor a base de subsistencia diaria y hoguera en la cueva de noche.

En el piso de al lado, José A. R. echa el día poniendo el suelo de parqué de ocho a una y de tres a seis de la tarde, como todos los días laborables desde que dejó el colegio en 7º de EGB, mientras sueña con una buena jubilación que le permita hacer solo las ñapas más lucrativas.

La propietaria del citado inmueble, Julia A. C., mientras le terminan de poner el suelo de parqué, se pavonea por las calles de Benidorm, donde tiene otro piso en propiedad, después de haber pasado una hora expuesta al rayo láser con efecto ultramoreno.

Visitación P.O., Visi para los amigos, se entretiene cuidando con tanto esmero su jardín que si hiciera lo mismo con el abandonado monte público, hasta las ardillas llevarían bufanda de lana sintética.

En la gran ciudad, la muchedumbre da lo mejor de sí misma para mantener elevado el nivel de contaminación ambiental, muy a su pesar, aunque quizás no lo suficiente.

Más allá, casi en otro mundo, el candidato bocazas y la candidata de Wall Street llegan rápidamente a un buen acuerdo para ambas partes: big mouth se queda con la presidencia de la república y la candidata bursátil obtiene a cambia 10 millones de dólares en efectivo, además de un puesto en el consejo de administración de las 16 mayores empresas.

lunes, 9 de enero de 2017

Dentro de la política

1.
El presidente de la república francesa estaba sentado en su despacho departiendo tranquilamente por teléfono con el ministro de Defensa.

-Efectivamente, presidente, las pruebas nucleares realizadas en el Pacífico han sido un éxito total, y como se esperaba, los atolones donde se han realizado dichas pruebas saltaron totalmente por los aires hasta la desintegración completa.

-Buen trabajo, ministro -respondió el presidente antes de colgar el teléfono para seguir despachando otros asuntos del día con su jefe de gabinete.

-¿Qué decías sobre el discurso en la ONU?

-Decía que es la semana que viene.

-Bien, que Renaud se ocupe de ello, que se le dan muy bien los discursos. Quiero un borrador de trabajo sobre mi mesa el lunes por la mañana.

-¿Alguna idea que quiera resaltar en el discurso?

-Lo de siempre, ya sabes, liberté a tope, egalité de gordo y fraternité el que pueda.

2.
La palabra de un político no tiene ningún valor cuando se pronuncia en público, es decir, cuando nos hablan a nosotros.
Solo tiene valor cuando se pronuncia en privado, es decir, lo que nos callan a nosotros.

Tomemos como ejemplo el misterioso caso de las autopistas de peaje que circunvalan Madrid.

En privado dijeron: "Es una oportunidad tremenda para dar un buen pelotazo, y cuando se descubra el pastel, las rescatamos con el dinero del Estado y ya está. Sin problemas".

En público dijeron: "Con estas nuevas autopistas de peaje mejorarán las comunicaciones, disminuirán los atascos y se crearán puestos de trabajo". Luego presentaron unos datos totalmente ficticios sobre el número de usuarios y acabaron sentenciando por todo lo alto que no tendría ningún coste para el contribuyente.

Efectivamente, como venimos diciendo, lo dicho en público resultó ser mentira, mientras que lo que dijeron en privado se convirtió en cruda realidad.

lunes, 2 de enero de 2017

Aprovechando que me quedaban 10 euros de invisibilidad

Aprovechando que me quedaban 10 euros de invisibilidad, el domingo por la mañana me dispuse a seguir a cierto sujeto por si cometía alguna fechoría y se hacía merecedor de un correctivo a medida.
Y efectivamente, así fue. Lo seguí hasta una tienda de alimentación, donde con total naturalidad compró bollería industrial variada para el desayuno de sus hijos. Pero eso no iba a suceder, ningún niño se merecía pasar por algo tan desagradable. Así pues, cuando nuestro hombre se dirigía tranquilamente hacia su casa, en una esquina solitaria le di el cambiazo total por otra bolsa igual que contenía: carne de membrillo casera que hice el otro día, con un mínimo de azúcar para mantener el sabor acidillo del fruto amarillo, yogur de leche de cabra cabra y unas galletas veganas muy sosas y refrescantes. Sí, eso era lo que iban a desayunar los niños. Comida de verdad, que los mineralizase, vitaminase y le diera el punch necesario para comerse el mundo durante 12 horas seguidas, sin necesidad de pasar por la casilla de salidad y sin comerse las 20.000 chucherías de marras.

Ja, ja, ja, me partía de risa mientras le seguía, expectante por ver la cara que ponían todos al descubrir el saludable pastel. Cuando llegó a casa, puso la bolsa encima de la mesa de la cocina y llamó a los niños para que desayunaran. En ese momento, sonó el móvil y se alejó de la cocina para atender la llamada. Los niños, que estaban hambrienturientos, no esperaron ni un segundo para sacar lo que había en la bolsa y ñam, ñam. Pepito abrió sin contemplaciones el yogur y cuando el sabor agrio inundó sus pupilas gustativas, tal cual lo devolvió. Luisito metió el cucharón en la carne de membrillo y cuando notó la acidez, la soltó tal cual. Juanita mordió una de las galletas veganas y le pareció que estaba chupando directamente una acelga, por lo que la soltó tal cual. Entonces, el padre volvió a la cocina y se encontró con el panorama de frente. "Papá, esto que has traído para el desayuno está asqueroso", exclamaron los chavales.

Vaya marrón, la había liado parda. A pesar de que mis intenciones eran buenas, el resultado había sido desastroso. Por suertem todavía me quedaba un euro de invisibilidad y pude poner pies en polvorosa sin mayor contratiempo. No sé, quizás algún día los niños adquirieran hábitos saludables de alimentación, y en cuanto a mí, me vendría bien dejar el enganche a la invisibilidad y mirarme más al espejo. Estaba claro que otra vez había intentado cambiar el mundo antes de dar tres vueltas al hogar.