lunes, 20 de febrero de 2017

El monte enseña a gobernarse a uno mismo


En el pueblo de Candelera, la economía tradicional estaba basada en las cabras autóctonas, conocidas artísticamente como cabra cadelerana bien hermosa. Si bien el pueblo vivía de las cabras, las cabras no eran un negocio, sino un medio de vida.

En aquel tiempo, la mercancía también podía ser moneda de cambio, y la vida era tan dura que los pastores podían comerse 21 días de lluvia seguidos, aunque tan pura que los millones de gotas caídas no habían oído hablar de Chernobyl.

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En el pueblo de  Candelera, la economía actual está basada en el capitalismo, conocido artísticamente como Paco, el que va a saco. Y si bien el pueblo ya no vive de las cabras, es porque las cabras no son un buen negocio, sino una manera de arruinarse la vida.

En estos tiempos, solo el dinero puede ser moneda de cambio, y la vida es tan dura que tirita a partir del día 21 de cada mes, y tan impura que la propia lluvia puede provocar acidez.
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Charlando por las calles con los candeleranos, el futuro es una cuestión de dinero. De esta manera, sería estupendo que el ayuntamiento arreglase el pueblo y lo pusiera bonito, para atraer un tipo de turismo que se deje la mayor cantidad de pasta y deje la mínima huella ecológica en el entorno. Aunque se conformarían con que dejaran la pasta y la huella.

Charlando por videoconferencia con un paisano candelerano que vive en Nueva York, el futuro es una cuestión de acometer una reforma política para acercar el poder a los vecinos. "De esta manera," dice "sería estupendo que los vecinos tuvieran voz y voto en las cuestiones de gobierno del pueblo".

Charlando por los montes de Candelera con un pastor, el futuro es cuestión de no perder el mechero con el que hacer la lumbre en el hogar. "Por lo demás," dice "vivir en el monte me ayuda a gobernarme a mí mismo".

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