En la huerta de Juan y Pedro, Juan y Pedro se tienen el uno al otro.
En la huerta de Juan, Juan se tiene a sí mismo.
En la huerta de Pedro, Pedro nunca aparece.
La huerta de Juan y Pedro hay que reconocer que es un vergel.
La huerta de Juan no está mal, si pensamos que todo lo hace él.
La huerta de Pedro está enmarañada como si no hubiera un mañana.
Juan y Pedro han sacado una cosecha con excedente.
Juan ha sacado para él.
Pedro podría, pero, ¿para qué?
Hasta aquí, da la impresión de que Pedro se lleva la peor parte de la historia, pero no nos adelantemos a los acontecimientos. Tomaos algo, mientras yo hago lo propio en el ángulo oscuro del salón...
Decía que Pedro no tenía tiempo de cuidar la huerta porque estaba pendiente de un pelotazo, y como le ha salido bien la jugada, ha puesto encima de la mesa lo necesario para convencer a Juan y Pedro y al otro Juan. Media hermosa hectárea, que debidamente especulada va a dar pingües beneficios.
Ahora Juan y su dinero van por su lado y Pedro va por libre con el suyo. El otro Juan, con su parte, ha comprado un piso a su hijo en un secarral del extrarradio. Y el cabronazo de Pedro ya está maquinando una nueva jugada más arriesgada.
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