Yo estaba en la biblioteca de verano intentando actuar como si el suministro internético se hubiera interrumpido de forma inesperada, de manera que según iban entrando los usuarios les decía: "Lo siento, no puedo hacer nada, seguro que están trabajando para solucionarlo a lo largo de la mañana. No se preocupe, continúe con su vida como si nada y reciba, no faltaría más, un cordial saludo de su bibliotecario de referencia".
El plan estaba funcionando hasta que llegaron Candela, Paula y Montse en plan: "Jo, es que queríamos mirar algunas ideas en Internet para decorar una tarjeta de felicitación". Y claro, se hizo el Internet del tirón..., y también el interlahostia, porque a los cinco minutos llegaron Rayo y su amigo el rubio, los más revoltosos de la camada de 9 años, con ansias de jugar a la guerra online sin hacer prisioneros. Y enseguida estaban gritándose y matándose, montando un pandemonio de gritos y amenazas de lo más desagradable que llegó a su punto culmen cuando le tiré al rubio, con éxito, una edición abreviada de las obras completas de Platón. Entonces, pensé que mis días como biblioteguay habían acabado, pero Rayo empezó a reírse de la situación y el rubio aprovechó para tirarle una vida de santa Teresa de Jesús bellamente encuardernada, también con éxito. Candela, Paula y Montse empezaron a reírse mientras movían la cabeza, como diciendo vaya elementos. En un momento, todos estábamos riendo. Rayo y el rubio vinieron a chocar esos cinco conmigo y, casi sin parar de reír, me dijeron: "Jo, qué bien lo pasamos en la biblioteca". Y a continuación se fueron a seguir haciendo de las suyas. Yo suspiré aliviado y me dejé caer en la silla de control de la sala. Miré el reloj de la pared buscando un amigo. Todavía faltaba media hora para salir.
Afortunadamente, me quedaba algo de crema de whisky en casa. Mañana sería otro día. Otro día cuidando de los libros, porque mola que los libros cuiden de ti.
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