Debuté limpiando fincas a la hoz en un trío
en el que acompañaba a Taulio a la guadaña
y a Clasio al calabozo,
trabajo silencioso garantizado.
Pero como siempre me han gustado más
las herramientas que se manejan con las dos manos,
en cuanto pude me pasé al calabozo,
y tras practicar las diez mil horas de rigor
me convertí en maestro del instrumento.
Desde entonces se ha corrido la voz
de que manejo el calabozo
como Lin Chung manejaba la espada,
y la gente no para de llamarme para que limpie sus fincas.
Por lo visto soy un espectáculo moviendo la herramienta.
Alucinan viendo como las zarzas más grandes
se vuelven mantillo con tan solo un par de mis mandobles.
Pero bueno, yo no le doy importancia.
Hago el trabajo, cojo el dinero
y me voy de allí volando en mi calabozo de siete leguas,
que hace conmigo lo que quiere.
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