Se está poniendo cada día más difícil
hacer novillos al capitalismo.
Siempre hay alguien por la calle
dispuesto a devolverte al redil,
dispuesto a recordarte que no se pisa
la mano que te da de comer.
(Como si esa mano no fuera la naturaleza,
a la que, por cierto, no se para de pisar.)
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