La vecina habla y gesticula tan convincentemente en medio de la escalera que no hay más remedio que darle la razón, porque, además, la tiene.
Ella es del pueblo y lo ha conocido cuando estaba vivo, cuando no era un parque temático para turistas. La vecina dice que las administraciones se han despreocupado completamente de los pueblos, porque el dinero que invierte en ellos es a fondo perdido y claro, quién se atreve a hacer tal cosa hoy en día cuando todo tiene que ser rentable o desaparecer.
Sin embargo, la vecina calla y no dice que prefiere vender su casa a un pastoso de la capital, que solo la quiere para los fines de semana, fiestas y prejubilaciones de guardar, antes que alquilarla a esa pareja tan entusiasta que se ha venido a vivir al pueblo escapando de la ciudad, dispuesta a empadronarse desde el primer día.
La vecina también dice que no sabe qué va a ser de nosotros, y en eso, también lleva razón.
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