La verdad es que en Marte se está de puta madre.
Solo tienes que decir vaya antenas chulas que llevas, paisano,
para que te hagan sentir como en casa.
Venus es un lugar maravilloso.
Solo tienes que mostrar un poco de tacto interplanetario
para que te inviten del tirón a los saraos
donde se ponen finos con lo mejor de la Vía Láctea.
Júpiter es demasiado.
Por un cubito de hielo te dejan hacer camping sauvage
donde quieras.
Neptuno también es demasiado.
Por un trozo de chasca al rojo vivo te dejan patinar
por donde quieras.
Saturno es un planeta increíble,
al menos todo lo saturnianamente increíble
que puede ser un planeta.
Plutón, como su propio nombre indica, mola mogollón.
Y ese es el problema. Como no te controles, ahí te quedas.
Mercurio es un lugar curioso.
Ni sólido, ni líquido ni gaseoso.
La Tierra, en cambio, es distinta.
Hay que entrenar mucho
antes de venir de visita desde el espacio exterior
para no dar el cante,
para no acabar comiendo liebres de mar
en temporada de sardinas de monte.
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