Yo no sé si el virus se originó por la ingestión de un animal salvaje comprado en un mercado callejero, que no había pasado por sanidad, o si se originó por la ingestión de despojos de animales de macrogranjas descartados por sanidad, que se vendían en un mercado callejero, o si, directamente, el virus se escapó de un laboratorio del gobierno muy bien equipado para la manipulación genética una noche en la que el personal andaba bastante relajado celebrando el cuadragésimo aniversario de la revolución.
Para saber la verdad y poder hablar con propiedad del asunto, tendría que tener una conversación a solas con el presidente de la república popular en la que poder decirle que, ahora que estábamos solo él y su compinche, o sea yo, me pusiera al tanto del mojete. Pero como eso no va a ser posible, me tengo que fiar de lo que me dice el farmacéutico del pueblo: "Yo no sé el origen del virus, pero si me dices que se salió de la máquina de hacer zumos de naranja del Bar Chiringos, también me lo creo".
En cualquier caso, en todo este asunto hay al menos una cosa bastante clara: que la vacuna no saldrá de un mercado callejero.
El farmacéutico del pueblo también me dice que evite los espacios cerrados, y eso hago.
P.D. La verdad es que andar por la calle con la mascarilla es un incordio, pero en cuanto te la quitas un momento, sientes inmediatamente el impacto del humo de los coches. Así nos movemos en la nueva normalidad, entre la mascarilla que dificulta la respiración y el humo de lo coches que la respiración dificulta.
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