Le dieron el Premio Nacional de Filosolía, y en el discurso ceremonial habló con entusiasmo de la libertad. Luego cogió el dinero y se fue a su casa, y los jerifaltes, después de aplaudir al campeón, se dirigieron a un aparte a degustar un elefante al vino, a modo de entrante.
(Mientras tanto, ella seguía haciendo fichas para un diccionario que guardaba en cajas de zapatos.)
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