Desde que echo de comer aparte a las hormigas, casi ninguna se sube a ese nogal con el que tengo un trato del 49 para mí y el 51, para él.
Bueno, siempre hay alguna inquieta que se dedica a explorar, alguna aventurera que no se hace a la vida de hormiga de oficina y corretea alegremente entre las ramas camino de las hojas. Pero, en general, la marabunta, la que hace daño, va a lo seguro. En seguida, hacen hábito y peregrina peregrinae desde la fuente madre se van canturreando con el botín hacia el hormitorio.
Pensaba que tenía la batalla perdida con las hormigas porque estaba ofuscado con la idea de eliminarlas por la vía rápida del zeta zeta, y no había manera. Pero resulta que solo tenía que atenderlas como se merecían para que me dejaran en paz a mí y a ese nogal, con el que me sale más rentable hacer un trato que hacerle el truco.
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