A fuerza de ser sinceros, tengo que admitir que, con mis pocas mañas de agricultor y mi ninguna de cazador, no podría sobrevivir.
Pero también es cierto que, como recolector, tendría alguna posibilidad de vivir en el presente.
Todos tenemos talentos ocultos por un velo artificial al que llaman progreso que nos impide llevar una vida plena, sin necesidad de que otro sude para que nosotros tengamos tiempo de mirarnos el ombligo.
A fuerza de ser sinceros, deberíamos poder asumir con tranquilidad, después de tantas generaciones, que la vida es solo un balcón desde el que podemos contemplar la eternidad, la tierra de la que salimos, la tierra a la que volveremos.
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