Unos doscientos ebanistas y carpinteros ya jubilados acudieron de buena fe a la catedral de Notre-Dame de Barís para responsabilizarse de la reforma de la techumbre de madera de la catedral, con la que había que tener mucho cuidado porque llevaba allí mil años. Uno traía un trozo de lija, otro medio berbiquí. Este traía un ojo de buen cubero y aquel, en la oreja, un lápiz de carpintero.
Al llegar a Larís, los 200 les dijeron a las autoridades que piano, piano, que la techumbre estaba de mírame y no me toques, y que había que cerrar sine die el templo porque lo suyo era tirar la que había y poner una nueva de madera que durase otros mil años. Sin embargo, las autoridades se decantaron por el proyecto de una gran empresa, líder en el sector de las estructuras virtuales, que permitía hacer la obra sin afectar en nada el funcionamiento normal de una catedral all-stars.
Todo parecía ir bien el día que empezaron las obras, pero hasta día de hoy sigue siendo un misterio cómo se las apañaron para que una reforma de la techumbre se les fuera de las manos hasta el punto de que faltó poco para que la arrasaran hasta los cimientos.
Han pasado varios años ya desde este triste acontecimiento y la catedral todavía sigue sin techumbre, cubierta tan solo con una lona azul de plasticoflix. La cosa tiene pinta de que acabarán acoplándole una techumbre de impresión 3D fijada con bien de loctite y a succionar visitantes sine die por la puerta principal y a hacerlos salir por la de atrás, habiéndose dejado por el camino lo principal.
Eran 200 jubilaitins que tenían muy claro lo que tenían que hacer, unas autoridades que tenían muy claro lo que no querían hacer y una empresa vendehumo, que vaya si lo cumplió.
No hay comentarios:
Publicar un comentario