-Venga Cid, decídete. Tomemos Valencia cuanto antes. Ya está bien de deambular por Castilla como almas en pena.
-No sé, no sé. Valencia es mucha Valencia.
-¡Bah! Cuatro mataos que en cuanto nos vean salen corriendo.
-No sé, no lo veo.
-Que sí Cid, que sí. Nosotros ya hemos hecho el reparto. Tú serás señor de Valencia, yo archiconde de la Albufera y los muchachos se quedan con los comercios del centro, el cepillo de la catedral y medio barrio que da a la playa.
-¡No jodas! Ya lo habéis apañado antes de conquistarla.
-Pero si no es nada, Cid. Además, no tenemos nada que perder. Nos han echado de nuestras casas. Nadie nos quiere por aquí. Escucha, en Valencia vamos a estar bien. Una vez dentro y con mando en plaza reforzamos las defensas a saco, hacemos túneles de aprovisionamiento, Albufera a tope para que no nos falte de nada, y ya puede venir quien venga, que no nos echan.
-Hombre, decirlo es más fácil que hacerlo.
-Además, un tal Martín González sabe algo de barcos. Podemos construir una flota en condiciones y a comerciar por el Mediterráneo con todo lo que se mueva. Así empezaron los venecianos, en una ciénaga, y mira lo bien que les va ahora.
-Hombre, Venecia es mucha Venecia.
-¡Copón bendito! Atarle al caballo, que si no, no hay manera. Vamos pa' Valencia.
La historia dice que el Cid conquistó Valencia, pero esta historieta demuestra que fueron las huestes del Cid las que conquistaron la ciudad.
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