Dicen que por donde pasaba Atila no volvía a suceder el milagro de la primavera. Pero, como todo, eso solo fue al principio. En cuanto Atila llegó a las puertas de Roma y vio cómo le ponían el cofre del tesoro a sus pies, lo cogió de buena gana y se retiró a su campamento favorito a correrse una buena farra y dormirla todavía mejor.
Atila estaba tan a gusto con su nueva vida que no se dio cuenta de que sus compinches más allegados le estaban haciendo la cama, hasta morir, totalmente intoxicado, en ella.
Dicen que por donde pasaba Alita no volvía a suceder el milagro de la primavera. Pero, en realidad, eso solo fue al principio. En cuanto Alita llegó a las puertas de Roma y vio cómo ponían a sus pies el cofre del tesoro, se olió el peligro y repartió de buena gana el contenido con sus lugartenientes. Luego, cogió una azada y se perdió por los montes y caminos cultivando la tierra por donde pasaba.
Alita estaba tan a gusto con su nueva vida que no se dio cuenta de que le había salido polen en las mejillas. Entonces, las abejas le hicieron la cama, la colmena y las celdillas.